Era el 13 de diciembre y el "Campamento" vivía su gran fiesta con olor a clásico futbolero. Jugaban "Unión" y "Talleres" en la Federación.
La gente sin tantas urgencias ni premuras festivas pateaban al arco trunco de algarrobo y palo borracho cuando de pronto, desde allá abajo, cerca de la curva de "la panadería", apareció el monstruo, el demonio, el terror de los changuitos vespuceños, era "Filtrín", quizás, el Mesías.
Todos en Vespucio sabían de él. Nadie en cambio conocía su historia, de donde venía, que fue de su familia.
De figura andrajosa y encorvada, de raído largo saco gris, con una bolsa maltrecha en el hombro y un bastón de rama cansino y titubeante, avanzaba el viejo Filtrín.
Nunca conocimos su voz. Jamás una agresión. Ni siquiera respondía las burlas impías que buscaban su enojo, cuanto más, alzaba apenas su endeble apoyo en una tibia señal de defensa.
A pesar de ello, el temor, el casi pánico que sin quererlo, sin saberlo, le infundía a los lugareños hoy es motivo de recuerdos cuando el viejo "Vespucio", vuelve cada domingo en la mesa familiar.
Filtrín era el borracho, el andrajoso, el mendigo, el indeseable de un pueblo que de tanto bienestar, con algo de soberbia tal vez, se extrañaba con desprecio de las carencias ajenas.
Aquel pobre hombre, el que paseaba diariamente desde "la quebrada" a la "Villa" de "Tablilla" a "Pueblo Nuevo" cree la gente, era un "Mesías", un profeta mundano de las tristezas que habrían de llegar.
Hoy Filtrín ya no camina Vespucio.
Tal vez ello augure, los tiempos mejores que habrán de llegar...