¿Tienes miedo?... ¡Todos sentimos miedo!... ¡Tendrias que estar loco para no sentirlo!


No estás conectado. Conéctate o registrate

Votar Relato

El reloj maldito Vote_lcap33%El reloj maldito Vote_rcap 33% [ 1 ]
El reloj maldito Vote_lcap0%El reloj maldito Vote_rcap 0% [ 0 ]
El reloj maldito Vote_lcap33%El reloj maldito Vote_rcap 33% [ 1 ]
El reloj maldito Vote_lcap0%El reloj maldito Vote_rcap 0% [ 0 ]
El reloj maldito Vote_lcap33%El reloj maldito Vote_rcap 33% [ 1 ]
El reloj maldito Vote_lcap0%El reloj maldito Vote_rcap 0% [ 0 ]
Votos Totales : 3


Ver el tema anterior Ver el tema siguiente Ir abajo  Mensaje [Página 1 de 1.]

1El reloj maldito Empty El reloj maldito Jue Ene 03, 2008 11:27 am

Lvzbel
Lvzbel
Administrador
Administrador
El reloj maldito Reloj_maldito


Tanto daño me causó aquel maldito reloj que todavía sigo lamentándome de mi desdicha como humano. Sigo terriblemente arrepentido de haberlo encontrado debajo de un árbol de los que los perros alivian sus esfínteres y dejan a sus dueños contentos con una amplia sonrisa de mejilla a mejilla. ¡Si! ¡Ese reloj! Como lo odio, aunque ahora que me detengo a pensar, no lo odio tanto, pues era suizo y valía una fortuna pese a llevar esa suciedad encima.

Ahora me viene la escena a la cabeza. Iba por mi habitual camino, de mi ciudad natal, Standford, a una pequeña aldea pueblerina donde solía pasar largos ratos pescando en un gran lago. Sin saber por que, distraje mi mirada de los bellos paisajes al suelo de arena y piedrecitas como atraído por una fuerza misteriosa. Sin que pasasen más de dos segundos, bajo un corpulento árbol divisé aquel reloj que parecía esconderse del acecho de algún animal furioso. La potente luz solar que hacía aquella mañana, sin dudarlo, hizo que la belleza del reloj se hiciese más notable. Un destello de luces de colores lo transformó en un artilugio irresistible. Me agaché a recogerlo, lo contemplé y me lo guardé para luego seguir contemplándolo y arreglar los imperfectos que este pudiera tener.

Llegué tras 4 horas de de caminata continua y pesada, ya que hacia una calor insoportable, a una posada bastante perdida en el monte. La posada “Give me”. Buen nombre para una posada, ¡Si señor! Tenía un hambre increíble y por un momento me pareció ver la luz celestial de los ángeles al fondo de la puerta principal. Me pedí un plato de espaguetis, los cuales en la carta parecían muy ricos, y 2 vasos de agua. El señor asintió y se fue a dar el recado a la cocina, donde según pude ver por una ventana que asomaba a ella, trabajaban dos cocineras. Dudo mucho que estuviesen muy ocupadas y que el negocio prosperase mucho, ya que al estar tan alejado de la mano de dios, no tendría muchos clientes. Desde luego, tuve la sensación de que con mi entrada a la posada habían ganado lo que en un mes habitual y sin gentes muy hambrientas. Comí y me alejé de la posada, pues debía reanudar mi trayecto a la aldea a la que quedaban, calculo, unos treinta minutos.

Nada más llegar a la aldea empecé a saludar como un condenado, ya que conocía a la mayoría de habitantes locales, exceptuando algún pobre campesino o algún hombre de ciudad que acabase de llegar. Una vez en el lago, que estaba a 5 minutos de la aldea, y con los mofletes rojizos por los brutos besos que me proporcionaban las más gordas de la aldea, solté mi maleta al lado mía y estiré por gloria divina mis desgraciados pies. Me quité mis zapatillas y los calcetines de algodón (que en verano tienen tela) y los remojé en el agua fresquita del lago, también tumbé mi dolorida espalda sintiendo un alivio casi repentino. Saqué mi caña de pescar, mi bote de gusanos, repelentes, hay que decirlo, y me dispuse a pescar. Lo malo de este deporte, es que al tirar por fuerza bruta la caña de pescar, el anzuelo salió disparado y se me clavó en mi pierna provocándome una dolorosa punzada que al levantar la pierna, por acto reflejo, se me desgarró provocándome un gran corte. Por seguridad y no tan seguridad fui cojeando y descalzo a que alguien de la aldea me ayudase. Por suerte, eran de muy buena calaña y no dudaron en vendarme la pierna y darme un par de zapatos.

Como he dicho, la tarde no me fue muy bien ya que tuve que dejar la pesca y refugiarme en casa de unos habitantes caritativos. Allí me dieron de comer, me dejaron un largo tiempo sus aseos y me dispensaron de bocadillos y otros elementos para la caminata de vuelta. La verdad es que su bondad me sorprendió y me ayudó a cambiar mi resignada forma de pensar sobre las gentes rurales.

El viaje de vuelta fue aún más doloroso, cada vez que mi pierna se movía, sufría un terrible dolor, y así hasta que llegué a la posada de la que he hablado antes. Decidí hospedarme, al menos, aquella noche hasta que mi pierna estuviese medianamente recuperada y el dolor se marchitase. Entré a la posada y fui por un pasillo lateral al restaurante donde un cartel rezaba: Para hospedarse, al fondo a la derecha. Asi fue. Crucé el pasillo y entré a una confortable sala donde un señor que leía un gordo libro salió de su letargo extrañado, seguramente, de mi presencia.

¡Ah! ¡Un cliente!Dijo extrañado ¿Desea hospedarse aquí? ¡Le haré un descuento si se queda más de dos noches! ¡Venga, anímese! ¿Acaso, no le gustaría contemplar el bello paisaje cada mañana, en vez de entristecerse en medio de una ciudad? ¿Eh? Dijo casi en estado de éxtasis intentando convencerme.

Bueno, tengo un dolor terrible en mi pierna derecha. Quizás me beneficiase descansar un poco. Mañana, sería muy temprano. Vale, de acuerdo, dos noches. ¡Pero ninguna más!Le dije muy apenado.

Bien, me alegro que sea inteligente, y por ello le doy la mejor habitación. La que mejores vistas tiene, ¿eh?

¿Pero, no todas dan al mismo lado?pregunté con mucha curiosidad

El señor no supo que contestar y se calló. Buscó en uno de los cajones de su mesa y sacó una llave mostrándomela con detenimiento, como si un tesoro llevase entre sus manos.

Bien, sígame Dijo en tono muy sereno mientras salía de su espacio de lectura para abrir una puerta que daba lugar a una escalera por donde se accedía a las habitaciones. La verdad es que el número de habitaciones no era muy cuantioso y el espacio bastante reducido, eso al menos, en la habitación que me dio. Al entrar en la habitación dejó la llave encima de un escritorio de madera, y sin decir nada más, se marchó de nuevo a sumergirse en la lectura del libro gordo de petete. Su carácter cambió en apenas 5 minutos por una pregunta que sin ánimos de ofender formulé.

***

¡Fuego, fuego! Me levanté sobresaltado en mitad de la noche, dejándome sin ver el final de mi sueño. Rápidamente, me asomé por la ventana de mi habitación y al ver que las llamas consumían el otro extremo del edificio, salí precipitadamente de la posada llevándome por medio todo objeto que me interrumpiese el paso. Lo poco que pude grabar en mi retina, fue que el señor que me dio la habitación, danzaba de un lado a otro gritando y que las señoras gordas de la cocina intentaban apagar el fuego con cubos de un líquido semiblanquecino que perfectamente podría ser lejía o alguna sustancia inflamable. En todo caso, me encontré perdido en mitad del monte, con la pierna desgarrada y sin maleta, con las provisiones más básicas para sobrevivir. En cuanto a los dueños de la posada, muertos y abrasados entre los restos que quedaban del edificio


No me quedaba otra opción más racional que desplazarme andando hasta la ciudad o esperar hasta que los primeros rayos de sol despuntasen en el horizonte para pedir ayuda. Decidí la primera opción y medio cojeando empecé a andar pendiente abajo. Debía tener verdadero cuidado para no resbalarme o tropezarme con algún pedrusco así que presté mucha atención al camino que seguía.

El transito se me hizo verdaderamente largo y doloroso. Cada paso acrecentaba más y más mi suplicio, pero le eché mucho valor y continué andando como si de un paseo otoñal en un parque se tratase. Al fin y al cabo ya quedaba poco para el alba, de hecho ya se oía lejano el ruido de las aves más madrugadoras. ¡Si! ¡Ya llegaba! Poco a poco, en el horizonte se empezaba a divisar un resplandor tenue que con el paso del tiempo se hizo más visible. El sol ya asomaba su cuerpo y con el, mi deseada luz natural. Continué andando durante un rato más hasta que llegué a la ciudad.

Allí, en la ciudad, en cuanto vi el más mínimo rastro de vida, fui corriendo (cojeando) para alertar del suceso. El primer rastro lo encontré en una vieja casa en el extrarradio de la ciudad. Junto a ella, dos bicicletas me hicieron pensar que alguien podía habitar la casa o podría estar de paso por ella, por lo que toqué en la puerta y gritando pedí que alguien me echase una mano. Después de un rato y al ver que no había una respuesta me dirigí a otro lejano edificio donde también parecía estar habitado y dirigiéndome hacia el corriendo grité auxilio para que todo aquel individuo que pudiera estar cercano me oyese. Al fin, hubo una respuesta que parecía provenir del edificio, pero no vi que nadie saliese de este. De repente, una cabeza asomó por una de las ventanas y al ver mi penoso estado bajó y abrió la puerta.

¡Qué le ha sucedido, caballero! Gritó el hombre que acercándose y sujetándome del hombro me convidó a entrar a su casa para hablar de lo sucedido. Me puso delante una preciosa silla y me pidió que me sentase para descansar. Mi estado de cansancio era extremo, apenas tenía ganas de hablar, pero hice un último esfuerzo y le relate lo sucedido en la posada. Le indiqué su situación dentro del mapa y la aldea donde fui a pescar. El hombre se quedó sorprendido. Me levanté para ir al servicio, pese a mi cansancio, para mirarme en el espejo y lavarme las manos cuando advertí que en mi mano llevaba aquel reloj suizo. Decidí quitármelo, pero al tirar de el me arranqué todos los pelos de la muñeca ya que tenia pegado por el sudor del esfuerzo. El hombre oyó mi grito y preguntó si me ocurría algo de modo que intenté tranquilizarlo, cuando llevado por la emoción del momento y la indignación lancé el reloj estampándolo en el suelo. El hombre volvió a oír un estrépito y sin preguntar abrió la puerta descubriéndome a mi y al reloj estampado. Al hombre le sucedió lo mismo que a mí, quedó pronto hechizado por la magia del reloj y se agachó preguntando si era de mi propiedad. Conservando todavía la fatiga del enfado le contesté que no y que si le apetecía se lo podía quitar.

¡Mmm, el reloj es precioso! ¿Dónde lo has encontrado? Preguntó el hombre con los ojos abiertos como platos de sopa.

Lo encontré en el suelo, debajo de un árbol, si quieres puedes quedártelo, no me gusta.Le dije.

El hombre lo tomó con gran beneplácito y se lo llevó al pecho, como señal de agradecimiento, mientras me sonreía enseñando sus dientes nada limpios.
Me pidió que le acompañase al salón y me preparó una deliciosa ensalada de lechugas y tomate fileteado con maíz y vinagre. En esos instantes me pareció un deleite, aunque me lo hubiese parecido aún siendo moscas fritas. El amable caballero, tras comerme la ensalada con una buena copa de vino, me acompañó al médico más cercano. Este me dio unas medicinas, geles y pomadas y me recomendó reposo absoluto, el de un vegetal de la ensalada que me acababa de comer. Le pedí al señor que me llevase a casa para poder descansar mejor y esté asintió sin duda alguna.

Dos horas después me encontraba atravesando la verja exterior de mi casa como un recién llegado de la guerra para ver a su familia, solo que en vez de mi familia, me esperaba la tenebrosa oscuridad de mió hogar. El hombre me ayudó a subir las escaleras y le agradecí todo el favor que me había hecho sugiriéndole que cuando quisiese podría venir a mi casa y si estaba recuperado, prepararle una ensalada como compensación. Este sonrió y me pidió que pronto me recuperase. El hombre se fue y yo me quedé en la pobreza más absoluta tumbado solo en mi sofá, oyendo el ruido proveniente de la calle.

Esa noche dormí como nunca jamás había dormido, de la manera más placentera posible. No supe nada del mundo, ni me preocupé por saber nada. Dormí y dormí como un bebé. Al día siguiente el hombre que repartía los periódicos me saludó, ya que yo estaba sentado en el pequeño jardín de mi casa, y me lanzó el periódico con tal maestría que logré cogerlo sin apenas moverme del sillón. En la portada ponía: Casa quemada en el extrarradio de la ciudad, solo se ha hallado un reloj suizo, todo lo demás ha sido carbonizado.

2El reloj maldito Empty Re: El reloj maldito Vie Mar 07, 2008 11:27 pm

Link
Link
Victima
Victima
no entendi el relato

3El reloj maldito Empty Re: El reloj maldito Jue Mar 13, 2008 7:31 am

mellpuig
mellpuig
Duende
Duende
yo lo pase y no lo lei, va en realidad un pedazo , pero me perdi Razz

4El reloj maldito Empty Re: El reloj maldito Jue Mar 13, 2008 3:02 pm

-JeDaG-™
-JeDaG-™
Alma en pena
Alma en pena
Miedo
mucho miedo.... affraid

Contenido patrocinado

Ver el tema anterior Ver el tema siguiente Volver arriba  Mensaje [Página 1 de 1.]

Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.