¿Tienes miedo?... ¡Todos sentimos miedo!... ¡Tendrias que estar loco para no sentirlo!


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1El flautista Empty El flautista Sáb Ene 19, 2008 6:27 pm

Lvzbel
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El flautista Flautista


Hacia cierto tiempo, en un bosque que separaba un par de pequeños pueblos, residían un par de ladrones. Un par de huérfanos llamados Víctor y Duncan.
Residían en una cabaña aparentemente abandonada. Robaban a cualquier persona que pasaba por el bosque, comerciando luego los objetos en el pueblo opuesto del que provenían, para no toparse con inconvenientes de reconocimiento de bienes. Robaban, más no mataban a menos que sea por defensa propia.
Aunque estos no eran asesinos, eran bastante mal intencionados, robando hasta a indefensos pequeños sus juguetes o panes.
Un día, un extraño personaje penetró en aquel bosque. Parecía un monje, pero no portaba ningún crucifijo en su cuello. Una larga sotana lo cubría por completo. Portaba una enorme caja dorada que parecía oro puro. Esto llamó inmediatamente la atención de los ladrones, quienes lo espiaban entre los árboles.
Cayeron casi de improviso delante del monje quien, por acto reflejo, sostuvo con mayor fuerza su tesoro, como si se tratara de su vida propia. Los ladrones sacaron sus cuchillos para intimidarlo, pero este les dijo:
¿Estáis tan necesitados como para querer hurtar objetos malditos?
Los ladrones no lo escucharon ni dijeron palabra alguna y siguieron acercándose.
Sepa Dios que yo no deseaba que esto pase. Se que me la quitarán pero no por eso haré a un lado mi deber de guardián. Y el supuesto monje se echó a correr.
Los ladrones conocían mejor que nadie el bosque, así que no tardaron mucho en interceptarlo detrás de una enorme roca.
Víctor se abalanzó hacia él y le quiso arrebatar el cubo de las manos. Cuando logró arrebatárselo, lo empujó y se tropezó con un tronco muerto.
Bien pues, vete y salva tu vida Dijo Duncan recibiendo el cubo.
Pero grande fue la sorpresa de ambos al ver que el monje se levantó y siguió luchando por aquel tesoro.
Después de un largo forcejeo por el cubo, se dieron cuenta que el monje no dejaría su tesoro por nada. Así que sacaron sus cuchillos y los clavaron en el pecho y estómago del monje. Este gimió de dolor, soltó el cubo y cayó moribundo al suelo.
Los ladrones lo dejaron solo en el bosque y huyeron a su escondrijo.
Al llegar a su cabaña, los ladrones se dieron cuenta que el tesoro era simplemente un cubo de oro sólido, ya que no encontraban ningún compartimiento para abrirlo y pesaba demasiado para ser hueco. Entonces, a Duncan se le ocurrió una idea:
Fundamos el cubo y ganemos algo con el oro fundido. Y si hay algo adentro, lo sacaremos del fuego.
La idea era convincente, así que prepararon una gran olla y la pusieron al fuego.
Lanzaron el cubo dentro y esperaron. Cuando el oro empezó a deshacerse, vieron que sí era hueco. Cuando el cubo se deshizo por completo, se llevaron una gran desilusión al darse cuenta que adentro sólo había partituras que, milagrosamente, solo se habían chamuscado ligeramente. Ellos esperaban gemas o alguna otra cosa de valor.
Pero Víctor conocía el lenguaje musical y le gustaba hacer sonar de vez en cuando su bien robada flauta travesera. Así pues, un poco más tarde, ese mismo día, Víctor tomó las partituras y las revisó. Se dirigió al bosque para tener un poco de privacidad y sentirse mas a gusto. Movió sus dedos recordando como tocaba en su infancia, mientras diferenciaba los símbolos de la partitura en su mente. Acto seguido se dispuso a tocar.
La melodía, desde su comienzo hasta el final, era sencillamente hermosa e hipnotizante. Sus oídos nunca habían experimentado aquel armonioso orden de las notas. Pero, había un problema. Víctor sentía que el sonido de aquella fina flauta era muy vulgar para pronunciar la tonada. Entró en tal cólera que lanzó la flauta contra un árbol, destrozándola por completo.
Desde aquel día, las cosas cambiaron . Víctor no se interesaba más por robar para su subsistencia. Robaba solo a músicos y a comerciantes, preguntándoles si tenían alguna flauta de gran calidad. Si no la tenía, este los asesinaba con la misma rabia que sintió al arrojar la flauta. Duncan no entendía que le sucedía a su amigo, y la situación se ponía cada vez más seria, ya que él se había convertido en el único sostén de los dos, robando como podía y lo que podía. Debido a su soledad a la hora de robar, era muy frecuente que las victimas tan solo se escaparan corriendo en la dirección contraria.
Cuando Víctor no estaba robando músicos, fabricaba y probaba diferentes flautas con la madera de los árboles caídos, lanzándolas contra la pared mientras gritaba ¡¡No es la indicada!!
Cuando no había árboles, tomaba cualquier objeto de madera de su escondrijo y lo reducía a una pequeña flauta que también rompía en un arranque de ira. Poco a poco, los dos ladrones se fueron yendo a la miseria; hasta una noche.
Mientras Duncan dormía, Víctor aun pensaba en como crear un sonido que fuera digno de la melodía. Pensaba y pensaba hasta que él mismo la escuchó.
Provenía del bosque. Era sin lugar a dudas la misma hermosa melodía, pero esta vez, tenía el tono, la armonía y la altura perfecta que él buscaba.
Bruscamente se levantó de su cama y salió al bosque. Siguió la melodía como buscando las puertas del cielo, pero tan solo lo llevó a una enorme roca; la misma en donde se habían hecho con el cubo dorado.
Sobre aquella roca, aun sangrante en su pecho y vientre, se encontraba el monje, silbando muy tranquilo la melodía. Víctor sacó su cuchillo y volvió a amenazarlo diciendo:
Dime, dime como es que puedes entonar estas sagradas notas tan armoniosamente.
El monje lo miró y tocó su pecho sangrante y sus labios con ambas manos y dijo:
Tan solo utilizo la carne de mis labios y el aire de mis heridos pulmones.
Víctor no soltaba el cuchillo pero no parecía tener fuerzas para usarlo. Intentó silbar. Su silbido era un vulgar graznido en comparación con el del monje, debido a que la herida en su pecho alteraba bastante el sonido; y se retiró a su escondrijo mientras practicaba la melodía.
Mientras tanto, Duncan dormía muy tranquilamente hasta que el sonido del fuerte silbido lo despertó. Él conocía solamente las primeras notas de la melodía, ya que Víctor nunca se atrevía a terminarla en sus vulgares flautas caseras, pero con el sueño no pudo escuchar el resto y su rencor estalló en furia.
Sabía que era él, así que tomó un cuchillo y lo esperó. Cuando Víctor entró a la cabaña, Duncan se abalanzó sobre él y le clavó el cuchillo en el pecho, hiriéndole uno de los pulmones. Víctor tomó su propio cuchillo y respondió cortándole el cuello a su amigo como defensa. Duncan cayó muerto al suelo.
Víctor tocó su herida y concluyó en que no era mortal. Vio los restos de una de sus flautas y concluyó que la madera era un material muy débil. Tomó de nuevo su cuchillo y se puso a trabajar toda la noche.
Desde aquel día, si es que atraviesas una enorme roca en aquel bosque y estas manchado con el pecado, verás a un monje que te señalara un camino. Si lo tomas escucharas la melodía que los ángeles tocan cuando un pecador se convierte, el cual otorga una fuente de paz y vida ilimitada a quien la escucha y convierte a los pecadores en desesperados seres en busca de esa paz. Si sigues la melodía, veras a un anciano hombre con su pulmón sangrante, tocando una flauta hecha de un largo hueso de fémur, con la boquilla revestida de labios podridos.
Si estás manchado del pecado mortal, corre. Corre como nunca porque si aquel demonio mortal te atrapa, tus huesos y tus labios serán su próximo instrumento.

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