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1 Blood & Rain II Jue Ene 03, 2008 11:25 am
Lvzbel
La nieve caía silenciosa, sin prisas, acariciando las tumbas de un olvidado cementerio francés. En el centro de la necrópolis se alzaba un pequeño bosque de cruces, entre las cuales se hallaba, inmóvil, un hombre de cabellos castaños y piel pálida. Su rostro ausente, poseía unas facciones tan perfectas que parecía haber sido esculpidas en el mármol por el mismo Miguel Ángel. Vestía con una capa elegante, aunque raída por los años. Sus ojos rojizos estaban clavados con tristeza en una rosa de un rojo apasionado, que descansaba sobre una losa de granito negro. El tiempo parecía haberse detenido en aquel instante, mientras el viento gélido mecía las copas de los árboles, y los esponjosos copos caían desde cielo para morir en la tierra. El sepulcral silencio fue roto por una bandada de pájaros que huían, asustados por algún motivo. Una ligera vibración recorrió el suelo, acompañada del amortiguado sonido de los pasos sobre la nieve. La siniestra figura de la muerte avanzó por el suelo nevado hasta quedar a pocos metros del hombre que contemplaba, hipnotizado, la rosa. Portaba en su mano derecha una descomunal guadaña, negra como la gabardina que lo cubría de la cabeza a los pies. Sin embargo, bajo su capucha de fraile no se hallaba la cadavérica mirada de la muerte, sino los inhumanos ojos del Exterminador. Este se detuvo a contemplar al hombre de divinas facciones, bajo la atenta mirada de un ángel alado que coronaba un panteón cercano.
Así que la leyenda de la rosa era cierta.... dijo el Exterminador, blandiendo una afilada sonrisa.nunca pensé que fueras tan idiota para aparecer por aquí, sabiendo quien te esperaba.
Tenia una cita a la no podía faltar, ¿verdad Bellatrix?preguntó el hombre al aire con melodiosa voz angelical.
Enamorado de una humana…es patético escupió el encapuchado acercándose aún más.la dejaste morir sin convertirla, ¿me equivoco? .Seguro que tuviste miles de oportunidades para hacerlo y las dejaste escapar, para evitar convertirla en un monstruo como tu. Te estás volviendo un blando con los años… Noel, azote de los mortales.
Atrás han quedado los tiempos en los que yo era el maestro y tu mi joven discípulorespondió sereno Noel, sin apartar la vista de la lápida. Su rostro perfecto dejó traslucir un profundo abatimiento, pese a sus facciones impasibles.solo me importaba una cosa en esta vida, ni humanos, ni vampiros, para mí solo estaba ella…murmuró con la voz impregnada de dolorahora que yace a mi pies, mi existencia carece de todo sentido, y solo es un mero tránsito hacia la muerte. He sido el azote de los mortales durante siglos y no tiene sentido pedir perdón ahora por mis pecados, pero dime ¿quien es el monstruo aquí?
Ninguno de los dos va a pisar el cielo, de eso estoy seguro…maestrorespondió el encapuchado con calma.
Noel se deshizo en el aire y reapareció erguido sobre la cabeza del ángel alado, desafiando en un equilibrio imposible a la tempestad.tu que te alzas ahora defensor de la humanidad, ¿acaso no has sido quien ha acabado con más mortales sin mostrar piedad alguna?¿acaso no has perseguido, asesinado y bebido la sangre los de nuestra especie para conseguir poder?¿Como te atreves a acusarme de ser un monstruo a mi, cuando tu eres el maldito entre los malditos?¡Responde, Absalón el vampiro¡
El dedo acusador de Noel se alzó en la noche y la gélida brisa hizo ondear su capa como la oscura bandera de los señores de la noche. El que un día fue Absalón el vampiro alzó la vista hacia la imponente figura del viejo vampiro y clavando con fuerza la guadaña en el suelo, respondió con una voz tan poderosa que hizo temblar el camposanto entero:
Juré sobre la tumba de mi familia que mataría a todos los vampiros; y no me importa si tengo que aniquilar a toda la especie humana para conseguirlo.
Resulta irónico tu juramentoprosiguió Noel cuando quien destripó a tu mujer y degolló a tu hijas no fue sino el joven Absalón, sediento de poder. ¡Cuanta sangre derramaste para alcanzar tu sueño¡. Solo cuando uses tu guadaña para quitarte la vida habrás matado al culpable de tu sufrimiento, cazador de sombras.
Eso solo lo haré cuando el último de los vampiros halla muertos en mis manosbramó el ExterminadorHasta entonces, tú y el resto de los señores de la noche me estaréis guardando un sitio en el infierno.
Si tanto deseas tomar mi vida, enfréntate por ultima vez a tu maestro y que este cementerio sea testigo del fin tus díasNoel sacó de debajo de la capa una larga cadena enroscada a su brazo izquierdo como una serpiente metálica. La afilada punta, acabada en dos cuchillas semicirculares, oscilaba a los pies del vampiro como un péndulo. Su mano derecha extrajo con elegancia de su vaina un gran mandoble de larga empuñadura, rematada en un pomo con forma de gárgola. Noel alzó lentamente la espada contra el encapuchado mientras sus ojos brillaban cargados de furia. ¡Yo te di la inmortalidad, y yo seré quién te la arrebate¡gritó enseñando orgulloso sus largos colmillos.
Abalanzándose como un toro embravecido el Exterminador descargó con furia su guadaña sobre Noel, pero este se deshizo en el aire como una ilusión y el golpe recayó por entero sobre la estatua del ángel alado, reduciéndola a un puñado de cascotes de mármol rosáceo. El encapuchado aterrizo y se quedó aguardando expectante, con la guadaña moviéndose inquieta en su mano. Algo silbó en el aire. El Exterminador giró en un rapidísimo movimiento y la hoja de la guadaña logró desviar a tiempo la cadena del viejo vampiro. Cuando Noel volvió a reaparecer de entre las sombras, se desató la destrucción. Las lápidas eran rebanadas, los mausoleos derribados y las estatuas mutiladas, mientras los dos seres sobrenaturales se batían en un duelo interminable. Un nauseabundo olor se extendió por toda la zona cuando en uno de sus bestiales tajos, el Exterminador derribó un muro repleto de nichos esparciendo los restos de ataúdes y cadáveres sobre la mullida nieve de invierno. Noel no se quedaba atrás en fuerza, blandiendo con sobrehumana facilidad su mandoble en las distancias cortas, y hostigando al Exterminador con su cadena en las largas. El viejo vampiro aprovechó que el Exterminador bajó la guardia un segundo, para empotrarlo con una estocada contra el muro rocoso de un gran mausoleo. La espada atravesó al encapuchado de parte a parte y le dejó clavado en la pared, con los pies colgando a varios centímetros del suelo. Sin darle tiempo para defenderse, Noel sacudió su cadena en el aire y la hizo lanzarse contra su enemigo una y otra vez, arrancándole a golpes la carne de los huesos. La sangre del Exterminador se deslizaba a sus pies como un denso río, mientras el cazador de vampiros mantenía la cabeza agachada sin mostrar la menor resistencia.
¡Muere, Absalón¡gritó Noel aumentando la intensidad de los correazos.
Una risa escalofriante resonó por el cementerio, y Noel le golpeó con más rabia aún. El encapuchado siguió riéndose mientras se ensañaban con su cuerpo hasta que Noel comenzó a desesperarse. Con una expresión de impotencia en el rostro dirigió las cuchillas de la cadena hacia la cara del encapuchado, pero para su sorpresa este la agarró con pasmosa facilidad en el aire.
No te enteras de nada Noelmurmuró, sonriendo al sentir el sabor de la sangre caliente goteando por sus labiosyo ya no soy Absalón el vampiro...
El encapuchado le dio un fuerte tirón a la cadena, y el cuerpo de Noel la acompañó precipitándose contra su enemigo. El Exterminador disparó su puño en un movimiento seco, imparable. Su mano se abrió paso limpiamente en el tórax de Noel y cuando salió por su espalda, llevaba el corazón del viejo vampiro aferrado entre sus dedos.
Ahorale susurro al oído a su antiguo maestrosoy…el Exterminadory se sacudió de encima el cuerpo del viejo vampiro. Noel cayó al suelo, con el asombro aún pintado en su rostro y un horrible vacío en el pecho. Caminando a duras penas logró dirigirse hacia la tumba de su amada, mientras el Exterminador se arrancaba el mandoble del estomago como quien se saca una espina de un dedo. Las fuerzas abandonaron a Noel cuando ya divisaba a pocos metros la rosa, y se desplomó en el suelo. Con la vista borrosa y los dedos temblorosos, logró reunir las pocas fuerzas que le quedaban y recorrió el último tramo arrastrándose penosamente por la nieve. La rosa quedó a menos de un metro de él, y el vampiro alargó su mano para atraparla.
Pronto volveremos a estar juntos, Bella...no pudo acabar la frase, porque la bota del Exterminador cayó implacable sobre su cráneo, acompañada de un asqueroso crujido.
Aquel que un día fue llamado Absalón contempló unos segundos los restos de Noel, azote de los mortales, cuya mano aún seguía empeñada en atrapar la delicada flor entre sus dedos. Tras limpiarse la bota en una losa cercana, el Exterminador desapareció del cementerio como una sombra escurridiza, dejando que la nieve arropara el cuerpo inerte de Noel con su manto blanco.
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