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1Joachim Kroll - El Caníbal Empty Joachim Kroll - El Caníbal Sáb Sep 27, 2008 1:45 pm

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Fantasma
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Joachim Kroll - El Caníbal 01
Joachim Kroll nació en Hindenburg,
Alemania. Sólo fue tres años a la escuela y nunca aprendió
a leer ni a escribir. Su madre, que era viuda, falleció cuando él
era un adolescente. A raíz de su muerte, sus cinco hermanos y hermanas
fueron separados y, con el tiempo, perdieron el contacto con Joachim.
A saber qué razones se aunaron para que este hombre pequeño,
común y corriente se convirtiera en asesino en serie y caníbal.
En 1955, a la edad de 22 años, Joachim acechó a Irmgard
Strehl, de 19 años, cuando ésta iba por una carretera rural
cerca de la ciudad de Walstedde. Irmgard fue asesinada por estrangulación
y luego violada, un destino que correrían todas las mujeres que
fueron víctimas de Joachim. Su cadáver fue encontrado a
varios metros de la carretera.
Durante cuatro años, los extraños impulsos que llevaban
a Joachim a matar y a violar permanecieron latentes. Luego, en rápida
sucesión, volvió a las andadas, dos veces en un mes. Las
víctimas fueron Klara Tesmer, de 24 años, y Manuela Knoot,
de 16.
Fue al matar a Klara
cuando a Joachim le empezó a gustar la carne humana. Cuando se
encontró su cadáver en un bosque cercano, la policía
se quedó horrorizada al ver los grandes trozos de carne que le
habían arrancado de los muslos y los hombros.


Años después, Joachim reveló
que había envuelto la carne en un papel y luego se la había
comido en la cena. Desgraciadamente, un tal Heinrich Ott fue arrestado
y acusado del asesinato de Klara. A la espera del juicio, Ott sufrió
una depresión aguda y se ahorcó.

En 1962, Joachim volvió a actuar. Su primera
víctima fue Petra Giese, de 13 años. Dos meses después,
mató a Monika Tafel, de 12 años. Ambas, originarias de la
región de Bruckhausen, habían sido asesinadas por estrangulamiento,
y después violadas. De nuevo, se encontraron signos de canibalismo.
Dos hombres inocentes fueron arrestados, declarados culpables y encarcelados
por estos asesinatos.

Vinzenz Kuehn, un conocido pederasta, pasó
seis años en prisión por el asesinato de Petra Giese. Walter
Quicker, un hombre que amaba a los niños, pero que nunca había
tocado a uno solo, fue declarado sospechoso del asesinato de Monika Tafel.
Como no había ninguna prueba en su contra, fue liberado. La mujer
de este hombre totalmente inocente se divorció de él por
el incidente. Sus amigos y conocidos le hicieron el vacío. Unos
meses después del asesinato, se colgó en el mismo bosque
donde se había encontrado el cadáver de Monika Tafel.



Tres años después de estos crímenes,
Joachim volvió a matar. Estaba buscando una víctima femenina
en Grossenbaum cuando se topó con una pareja que había
aparcado en un callejón conocido por ser refugio de enamorados.
Hermann Schmitz y su novia, Marion Veen, se estaban besando en el asiento
delantero de su automóvil. Joachim se puso delante del vehículo
y empezó a mover los brazos como loco. Creyendo que este hombre
obviamente agitado tenía algún problema, Schmitz salió
del automóvil. Joachim le asestó varias puñaladas.

Marion, quien entendió lo que estaba pasando
rápidamente, se pasó al asiento del conductor y puso el
vehículo en marcha. Joachim logró apartarse de un salto
en el último momento. Corrió hacia los matorrales y desapareció,
en medio de la noche. Marion colocó una horquilla debajo de la
corneta para que esta no parara de sonar, esperando así llamar
la atención. Entre tanto, detuvo el vehículo y corrió
al lado de Hermann. No había nada que pudiera hacer. Estaba muerto.

En septiembre de 1966, Joachim asesinó
y violó a Ursula Rohling, de 20 años. Inmediatamente se
sospechó de su novio, Adolf Schickel, la última persona
vista en su compañía. Aunque fue arrestado, después
lo dejaron en libertad.


Joachim Kroll - El Caníbal 02
Adolf
tuvo que hacer frente a las burlas de sus amigos y vecinos, que estaban
totalmente convencidos de su culpabilidad. Cuatro meses después
de recuperar su libertad, se llenó los bolsillos con piedras y
se ahogó en un río cercano.

Joachim siguió asesinando. En Bredeney,
engañó a una niña de cinco años, Ilona, consiguiendo
que se subiera a un tren. Al cabo de veinte millas, ambos bajaron del
tren. Joachim la estranguló y violó, y luego se llevó
partes de su cadáver.

A este hombre enloquecido no le importaba la edad de sus víctimas.
Llamó a una puerta elegida al azar. Cuando Maria Hettgen, de 61
años, abrió, murió a puñaladas. Poco después,
Jutta Rahn, de 13 años, corrió la misma suerte. Se sospechó
que un hombre llamado Peter Schay, sobre el que la policía estaba
investigando, era el asesino, principalmente porque tenía el mismo
grupo sanguíneo que el asesino.

No obstante, como no había pruebas de que
hubiera participado en el asesinato, se le dejó libre. Durante
varios años, los amigos y vecinos de este hombre inocente le hicieron
el vacío, hasta que Joachim confesó haber asesinado a Jutta.

En 1976, a Oscar Muller, de Laar, Alemania Occidental,
su vecino de la puerta de al lado le dijo que el inodoro de su piso estaba
atascado. Oscar fue a verlo con la idea de arreglarlo. Se quedó
horrorizado al darse cuenta de que en el inodoro flotaban diminutos trozos
humanos. Salió del edificio y rápidamente encontró
a un agente de policía. En el barrio había varios policías
porque esa misma mañana había desaparecido de un parque
cercano Monika Kettner, una niña de cuatro años. Un agente
acompañó a Oscar, echó un vistazo al inodoro y llamó
a sus superiores.

Un grupo de detectives fue a ver a uno de los vecinos
de Oscar, Joachim Kroll, para registrar su piso. En su frigorífico
encontraron trozos de carne de la niña desaparecida. En el congelador,
descubrieron más trozos de carne humana bien empaquetados. El asesino
era consciente de que sus 21 años de asesinatos iban a concluir.
Confesó todos los asesinatos que recordaba, pero admitió
que había muchos otros de los que no se acordaba. La policía
cree que no pasó un solo año en que no se cobrara una víctima,
aunque no se acordara de todas ellas.

Mientras contaba con todo lujo de detalles los
crímenes de los que se acordaba, Joachim contó con toda
tranquilidad como conoció a Gabriele Puettmann en un banco de un
parque. Tenía la intención de matarla y violarla pero cuando
le enseñó fotos pornográficas, Gabriele saltó
y se fue corriendo.

Gabriele nunca le habló a sus padres del
incidente pero cuando, once años después, fue nombrada en
la confesión de Joachim, se dio cuenta de lo afortunada que había
sido al lograr escapar de las garras de uno de los caníbales más
conocidos de Alemania.

Como en Alemania Occidental no existía la
pena capital, la máxima pena a la que pudo ser condenado Joachim
Kroll fue cadena perpetua.

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