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1John George Haigh - El vampiro de Londres Empty John George Haigh - El vampiro de Londres Sáb Sep 27, 2008 1:39 pm

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Fantasma
Fantasma
John George Haigh - El vampiro de Londres 01
Fotos del juicio que le sentencio.
En algunos casos, los sueños
son capaces de condicionar un comportamiento hasta alcanzar extremos inimaginables,
sobre todo si la persona afectada tiene una mente fría y un corazón
débil, como puede ser el caso de un criminal.

John siempre había tenido un sueño que lo venía obsesionando
desde muy pequeño, una pesadilla muy extraña: se veía
en un campo repleto de crucifijos que lentamente se iban transformando a
su paso en árboles sin hojas con largas ramas por las que caían
gotas de rocío. Al aproximarse a los árboles, podía
ver como las gotas que cubrían las ramas no eran agua... eran sangre.
Los árboles comenzaban a retorcerse como si sufrieran un tormentoso
daño y la sangre brotaba de los troncos, mientras una silueta borrosa
que portaba una copa recogía el líquido rojo. Luego, una vez
llena se le acercaba y se la ofrecía ordenándole beberla.
John se sentía
completamente indefenso ante la situación. No era capaz de mover
un solo músculo y quería librarse de la pesadilla. El ser,
le dice que la única manera de librarse de él, es matar,
para así saciar su verdadera sed.

La cruel pesadilla le estaba destrozando los nervios
y cada vez se sentía menos dueño de sus actos. El quería
ser libre, no volver a soñar... y terminó asumiendo que
para hacerse libre tenía que hacerla real.

En 1949, Haigh vivía en una confortable
pensión londinense, pasando casi desapercibido por los demás
locatarios. Su aspecto físico, moreno, corpulento y muy bien parecido,
además de una agradable sonrisa, hacía que todas las mujeres
se fijaran en él. Les había hecho creer que era el dueño
de una fábrica metalúrgica, por lo que además lo
respetaban y eso le agradaba.

Pero las cosas no le iban muy bien. Apenas tenía
dinero y la dueña de la pensión le había llamado
varias veces la atención. Por si fuera poco, esos terribles sueños
no dejaban de acosarle.


Olivia Durand-Deacon era una de las elegantes
viudas de mucho dinero que se sentían interesadas por él,
pero más que por su físico, por la actividad que le habían
dicho que ejercía: agente comercial. La señora quería
que le sirviese de intermediario para llevar a cabo un negocio de uñas
artificiales. Cuando se hacen amigos, le enseña una muestra de
unas uñas hechas de papel, preguntándole si creía
que podían tener éxito comercial. El hombre promete interceder
por ella ante un posible negocio y citarla con otro agente comercial.
Cuatro días después la condujo a Crowley con el fin de
discutir la fabricación de las uñas artificiales haciéndole
creer que la cita tenía lugar allí. Quedaron en el pueblo,
en dónde la recogería para ir a la fábrica.

Antes de la cita, compró un tonel de acero
diseñado para resistir la corrosión de los ácidos,
luego 153 litros de ácido sulfúrico, y lo hizo enviar
a un almacén abandonado en Crowley.


John George Haigh - El vampiro de Londres 02.
En
realidad a donde conduciría a Olivia no sería a la fábrica,
sino a unos almacenes semiabandonados para el depósito de mercancías.
La mujer nunca hubiese imaginado que un hombre tan correcto tenía
la extraña especialidad de disolver a sus amistades en ácido
sulfúrico.

Al día siguiente todo el mundo preguntaba preocupado por Olivia,
la mujer no tenía por costumbre pasar noches fuera de la pensión
y, mejor dicho, nunca; pero en esta ocasión, no había dado
"señales de vida".

Haigh respondía con aire sorprendido que
no había acudido a la cita, que tras esperarla durante una hora
se había ido sin verla. Y como seguía sin aparecer, se ofreció
junto a otros pensionistas para ir a la policía a denunciar la
desaparición de la viuda.

Tuvo que hacer dos largas declaraciones en la comisaría,
no mostrándose reticente o nervioso y siempre afirmando que la
viuda no había acudido a la cita. No tenía nada que temer,
pues pensaba que las precauciones que había tomado lo pondrían
al abrigo de toda sospecha.


John George Haigh - El vampiro de Londres 03
Bebía la sangre de sus víctimas.
Pero el escepticismo y las sospechas
del comisario de policía lo llevaron por otras pistas. Por el hecho
de que no acababa de gustarle el hombre y dejándose guiar por la
intuición, decidió llevar a cabo una serie de investigaciones
rutinarias que le ayudaron a descubrir algunos cabos sueltos que Haigh no
había tenido en cuenta: tenía antecedentes penales por estafa
y robo, además de que se descubrió que no era el tal jefe
de la empresa que decía, pues terminaron localizando al verdadero
jefe, y declaró que sólo le contrataba de vez en vez como
representante.

En los almacenes, los policías encontraron tres bombonas de ácido
sulfúrico, además de un delantal, unos guantes de caucho
y un revólver que recientemente había disparado una bala.
También hallaron otras pruebas macabras, como huellas de sangre
en la pared y el delantal, un charco de grasa en un bidón vacío
de ácido, y para colmo de sospechas, el recibo de una tintorería
por un abrigo de astracán.
Expertos analistas de
Scotland Yard analizaron cuidadosamente los restos de grasa y dos partes
casi intactas de una dentadura, que finalmente fueron identificadas por
el dentista de la mujer.

Haigh mantenía su disfraz de inocencia respondiendo amablemente
a cada interrogatorio, aunque la policía de Scotland Yard sabía
que mentía en sus declaraciones y que todas las pistas halladas
le apuntaban como el asesino. Pero al darse cuenta que no podía
seguir ocultando el crimen por mucho más tiempo, termina haciendo
unas siniestras declaraciones:

"Si le confesara la verdad no me creería,
es demasiado extraño. Pero se la voy a confesar. La señora
Durand no existe. Ustedes no encontrarán jamás ningún
resto de ella ya que la disolví en el ácido, ¿cómo
podrán probar entonces que he cometido un crimen si no existe cadáver?
Le disparé a la cabeza mientras estaba mirando unas hojas de papel
para confeccionar sus uñas postizas, después fui por un
vaso y le hice un corte con mi navaja en la garganta. Llené el
vaso de sangre y me lo bebí hasta saciar mi sed. Luego introduje
el cuerpo en el tonel llenándolo después de ácido
sulfúrico concentrado Después me fui a tomar una taza de
té. Al día siguiente el cuerpo se había disuelto
por completo, vacié el tonel y lo dejé en el patio".

Lo que Haigh no sabía era que la policía
londinense, en un minucioso trabajo de investigación, sí
había encontrado restos del cadáver y lo habían incluso
identificado.

Después de su detención y confesión,
la policía sospechó de otros cinco crímenes acaecidos
un año antes en similares condiciones. Finalmente también
se declaró culpable de esos crímenes, alegando además
que a todas las víctimas les había bebido la sangre.

En el juicio, su abogado defensor intentó
utilizar la pesadilla del hombre y el acto de vampirismo como recurso,
queriéndolo hacer pasar por demente que se veía obligado
a matar por una obsesiva ilusión vampírica, pero no dio
resultado. Si bien los psiquiatras reconocieron sus rasgos paranoides
como síntoma precursor de una aberración mental que le acarreaba
una alteración completa de la personalidad, trastornándole
el carácter y la conducta, el hombre había explotado económicamente
a sus víctimas, bien vendiendo objetos que robaba o adueñándose
de bienes u otorgándose falsos poderes.

Para los jueces se trataba de algo más que
de una mente enferma que bebía la sangre de sus víctimas;
era un personaje frío y calculador que premeditaba sus crímenes
y actos, fingiendo una locura que lo convertiría en irresponsable
ante la ley.

Finalmente es sentenciado a la pena de muerte,
a la que el acusado ni siquiera apela; es ahorcado en la prisión
el 6 de agosto de 1949.

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